Michael Cretu es un nombre ámpliamente reconocido en el ámbito musical alemán, pues su carrera tiene casi de 40 años de amplitud; como intérprete, compositor, y productor. A lo largo de ella, ha tenido que ver con artistas y grupos como: Boney M., Goombay dance band, Manfred "Thissy" Thiers, Peter Schilling, Mike Oldfield, y Milli vanilli... entre otros.
Aunque, ha tomado más presencia a partir de su proyecto casi personal llamado Enigma, en donde ha llamado a colaborar a otro tanto de músicos para la realización de sus (hasta ahora) 7 álbums... e incluso a su ex-esposa Sandra, cantante (también) alemana que por cierto, en paises de europa continental llegó a vender más discos que Madonna en sus buenos tiempos.
Exitosa, sería la palabra para describir la incursión de Cretu en el mundo del género New age, pues tan sólo con la primer producción de Enigma obtuvo 57 discos de platino por sus ventas al rededor del mundo.
Si me preguntan a que se debe, pues no ha sido otra cosa que a los siempre generosos frutos de la experimentación (creativa), pues de base esta ha sido la fórmula de Enigma desde 1990... y que como es obvio, ha sido copiada por otras agrupaciones posteriores, como Era y demás ejemplos vomitivos.
El estilo de este proyecto resulta de la mexcla de ritmos (cuando no sonidos) electrónicos bailables, cantos gregorianos, y sampleos de obras (generalmente) clásicas. Las líricas casi siempre contienen temas filosóficos, alusiones sexuales sutiles, o envuelven algún misterio como lo puede ser por ejemplo un crimen sin resolver... lo que le ha valido otros 32 discos de platino a lo largo de los años restantes.
Así que seguramente, sean cuales sean sus gustos musicales, en más de una ocasión habrán escuchado algun track de Enigma. Hoy aquí, Gravity of love de su cuarto disco llamado The screen behind the mirror, uno de mis favoritos por el esquizito uso del sampleo de la obra O fortuna (de Carmina burana (que sin duda da para otro post)), "aderezada" por la voz de Ruth-Ann Boyle (de la banda británica Olive).
El vídeo remite claramente a El año pasado en Marienbad (1961) o a Ojos bien cerrados de Stanley Kubrick (1999), toda una delicia musical y visual, que se balancea en el borde entre lo pretencioso y lo sublime.
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